Poliki
Algunas reflexiones sobre POLIKI
Me decido a ir a bilbao... Me lo pienso, antes de decidirme. Nos conocemos poco, simplemente tengo simpatía por las personas que están proponiendo esta cosa tan rara de pasar 24 horas en 3 días tocando.
Desde el principio tengo la convicción de hacer algo sin necesidad de cuestionarme lo que hago. Lo hago porque sí, porque me parece buena idea, porque quiero llevar al límite la experiencia de improvisar en grupo. Mi experiencia está marcada por el hecho de estar en un grupo de gente que se conocen entre ellos más que yo. Sé que voy a tener sensaciones diferentes a las suyas y que ellos tendrán referencias en común que yo no tendré.
Ahora, con la perspectiva del tiempo transcurrido desde los primeros días de enero, queda un poso de sensaciones, la experiencia vivida se esconde en lo profundo. Evitando reflexionar, dejando que la influencia de lo vivido sea lo más genuina posible. Pero es así como quiero vivirlo, no me interesa lo intelectual. o, por lo menos, no quiero que lo intelectual, lo analítico, esté en primer plano.
Ahora sí, tengo que pensar en los recuerdos, en lo que sentí en las 24 (casi) horas de tocar.
Primer día: respeto por lo que nos espera. El interrogante, el cómo será, seremos capaces, seré capaz. Empezar tal como se empieza a tocar en una sesión de improvisación normal. perder las referencias al cabo de unas horas.
Segundo día: optimismo. Pero, ¿no fue ese día el día de la explosión de dudas de Estanis? ¿Cómo es que en mi memoria la sensación que ha quedado es la de optimismo? ¿Tan diferente era mi percepción de la suya?
Tercer día: cansancio. Se acerca el final, pero no. Todavía quedan 8 horas. largas, pretendemos estar bien. Se nota el cansancio de los tres días. perdemos el interés por los instrumentos, los dispositivos. No importa lo que hagamos con tal de que pase el tiempo.
Ahora, tengo curiosidad por ver las distintas reflexiones de todos los que participamos. Con el tiempo, tengo curiosidad por ver cómo haber estado en POLIKI cambiará mi forma de hacer música, mi forma de tocar. Es algo que difícilmente podré saber de forma cierta, aunque ya he notado que hay un antes y un después. Una forma diferente de enfrentarme al tiempo, al instrumento y al sonido.
Lali Barrière
POLIKI DESDE EL RECUERDO
Lo que puedo recordar de poliki ,
1 expectatiuas : esperaba llegar a un punto de ingrauided sonora , en cuanto a generar aquello que considerase oportuno , sin presiones u obstaculos es una idealizacion de un estado de armonia , alguna uez intuido
2 realidades ,lo que me encontre es , a mi mismo , con mis presiones y obstaculos
El primer dia , comenze con una presion inmensa me costaba cada cosa que hacia
todo eran jucios : de idoneidad , de uolumen , de duracion ....... juicios
la transcurrir el tiempo , la presion se aligero .Pero se sustituyo por una especie de embotamiento en le que lo unico satistactorio era la ausencia de presion
Segundo dia , algo menos de presion , y poquisimos juicios preuios , al transcurrir la
sesion mas ligereza y hasta lagun momento de lucided y integracion grupal del sonido
bienestar sonoro , acabe el dia con buen sabor de oidos.
Tercer dia , nada de presion antes de empezar y con la sincera expresion de estanis ,aun mejor animo a lo largo de la sesion ,sensacion de placided y bien estar .Nada de jucios molestos
Tranquilidad
Algunas conclusiones : yo mismo , me cargo de peso innecesario , y por el cansancio consecuente
abandono la consciencia dejando que las cosas se construyan asi mismas
Esto escribi en mi libreta el segundo dia:
Aceptar lo que necesitas hacer, ualorar lo que generas ,sin judgarlo ,explorandolo
hacer lo que necesitas aceptar, auandonar todo orgullo y aceptar toda responsabilidad
lo que surge espontaneo.( a ueces la censura-dejar que ocurra y se pase) Sinceridad -las decisiones implican todo se puede hacer todo(sinceridad)
Dar tiempo - al entendimiento -tiempo percepcion
bueno y eso es todo por ahora
salud Terri
La palabra POLIKI tiene dos acepciones en euskera. Puede ser ir despacio, sin prisa; o también hacerlo bien, de forma adecuada. “Poliki joan”, sería “ir despacio” o “ir bien”; “poliki egin”, “hacerlo despacio” o“hacerlo bien”. Y así llamamos a un taller de improvisación sonora que llevamos a cabo el 3, 4 y 5 de enero de 2012 en el Club Le Larraskito de Bilbao, tocando 8 horas al día, de 14 de la tarde a 22 de la noche.
Fuimos siete participantes: Estanis Comella, Terri Florido, Oier Iruretagoiena, June Crespo, Héctor Rey, Oscar Martín y Lali Barrière.
La idea de POLIKI salió de otra experiencia previa, un CONCIERTO DE CINCO HORAS que se hizo el 31 de agosto de 2011, también en Club Le Larraskito. En esa ocasión, se planteó como concierto y no como taller, ya que al menos una parte se hizo de cara al público. Siete personas tocamos ininterrumpidamente durante cinco horas, de los cuales las primeras cuatro fueron privadas y la última pública. Tocamos desde las 17 de la tarde con la puerta cerrada al público hasta que a las 21 vino una persona de fuera y la abrió para que cualquiera pudiera entrar en esa última hora, de 21 a 22. De las reflexiones posteriores a esa experiencia que nos mandamos por e-mail salió el texto de presentación de POLIKI:
"yo creo que este tipo de situación tiene una potencialidad brutal, que para nosotros es nueva, y en la que se puede aprender mogollon. las impros cortas estan guays como sujetos de estudio, pero aqui ya casi se te acaba yendo la olla, es como que no hay salida ni escapatoria, para mi provocan otro tipo de actitud quizás menos distante. pero por supuesto, ¡hay que querer entrar en el juego! yo al final no era casi ni persona ni nada, era mas un ejecutante o algo asi. incluso me da igual si la música fue buena o mala... esto es un tipo de situación que me parece que esta de pm."
HACERLO POLIKI
Poliki lo relaciono enseguida con el concierto de las cinco horas que hicimos en agosto, como que son primera y segunda parte de algo. La experiencia de las cinco horas fue realmente una sorpresa, encontrarse con algo sin pretenderlo, y Poliki, ir ya más directamente hacia eso con lo que nos encontramos, a por más, y frustrarse un poco, al menos en mi caso. Cuando íbamos a tocar las cinco horas, (la propuesta era abierta como para que cada uno lo pudiera tomar a su manera, y) yo pensaba bastante en la ultima hora pública, en el encuentro entre los músicos ya cansados y el público que llegaba fresco, a ver lo que pasaba ahí. Resultó que en el transcurso pasaron cosas muy interesantes para quienes tocábamos, la percepción del tiempo era otra. Cuando nos juntamos para tocar/improvisar normalmente, solemos hacer piezas cortas, y lo hacemos tomando en cuenta la totalidad de esa pieza, también buscando el momento adecuado para acabar. En las cinco horas no había principio ni fin, era imposible pensar en lo que había pasado y en lo que estaba por venir. Para mí era estar al momento, cada cosa se relacionaba con lo inmediatamente anterior pero también lo borraba, era como hacer deshaciendo. También estaba más suelto, normalmente mientras toco especulo más sobre cómo podría tocar, “si ahora hiciera esto y el otro respondiera de esta manera y entonces...”, pero en esas cinco horas estaba en el momento y sin preocuparme tanto por los sonidos que hacía, sobre cosas como si había casado o no, si había sido demasiado alto, demasiado algo... Me salían las cosas sin pensar-analizar tanto, y fue nuevo para mí, me sentía diferente a cómo me suelo sentir normalmente cuando toco. También tenía la sensación de que podría estar así horas y horas y horas, me encontraba muy cómodo. Se me hizo duro al principio, pero a partir de la segunda hora más o menos entré en algo en lo que me parecía que iba a poder estar mucho tiempo, más de las tres horas que nos quedaban por tocar.
Por eso empezamos con la idea de Poliki, cinco era poco y queríamos más. Pensamos que ocho horas cada día, durante tres días. Si con cinco pasaba eso, a ver lo que pasaba cuando lleváramos veintipico. Luego en la práctica vi en mi y en los demás que el límite en el que se puede mantener la atención está en seis horas, aunque no se si estaría influído por conocer el tiempo total que teníamos que tocar. Quiero decir que no se si en el caso de que tuviésemos que tocar nueve horas, el límite estaría en siete horas, por ejemplo. Pero en los tres días ocurrió que a partir de las ocho de la tarde se notaba el cansancio, y me parecía que ya sólo queríamos que el tiempo pasara. Me preguntaba qué sentido tenía eso, que aunque nos hubiéramos comprometido a tocar todas esas horas, a ver si no lo íbamos a poder mandar a la mierda si se veía que todos queríamos acabar.
El primer día se me hizo duro. En las primeras horas fue como en las cinco horas: Al principio me costaba, y a partir de la segunda hora empezaba a ser más cómodo y fluído. Andaba suelto; ahora petardazo, retumba subgrave, pequeño acople, harmónico grumoso... Pero llegó la sexta hora y decayó. En las dos horas que quedaban lo pasé un poco mal porque ya estaba pensando que no había sido un acierto lo de las ocho horas, y que aún quedaban dos días (Ui, ui, ui!). Estanis y yo nos salimos y desde la sala de al lado escuchábamos lo que tocaban los demás, y nos empezó a parecer gracioso, la música, o la situación, o todo, pero empezamos a reírnos. Me recordó a cuando repetimos muchas veces una palabra muy común, hasta que pierda el sentido y nos suene raro, a veces gracioso.
El segundo día se me hizo más fácil arrancar y entrar en esa comodidad y fluidez, pero también salir se me hizo más fácil, antes de las seis horas notaba el cansancio. Fue menos intenso que el primer día, ni lo disfruté tanto ni lo pasé tan mal. Y en el tercero esto fue a más, quiero decir que entré aún más fácilmente, y también salir fue más fácil.
Se puede aprender muchísimo de la experiencia de tocar muchas horas seguidas, y volvería a apuntarme a una impro muy larga, pero no a una que lo fuese tanto como Poliki. Creo que nos pasamos, que fue excesivo y que tantas horas dejan de ser provechosas, aunque está bien probarlo, hacerlo una vez en la vida.
Oier.
Poliki
Poliki
POLIKI
Ecología de coexistencia en un espacio-sonoro de larga duración
materia-----------------------------------------------------------------------tiempo
La idea desde un principio me sedujo, 3 dias improvisando 8 horas cada día 7 personas en "Le Larraskito". Sin ser unx abanderadx de la improvisación la propuesta me atraía y conectaba de alguna forma con el mundo de la performance o arte de acción de los 60-70. Ese universo paralelo que Bartolomé Ferrando (en el barracń adosado a la facultat de bellas artes de Valencia) nos insuflaba como un virus desde el televisor invisible que portaba encima de la cabeza 24 horas al dia en su simulación de asignatura. Suprem-Hacker de la institución universitaria.
En Poliki me gustaba el hecho de que
no hubiese
ni subvenciones públicas, ni bankia del mal,
tampoco pasarelas de festival, ni redbuls,
ni teóricxs espectaculares, ni improvisadores estrella,
ni curanderxs cureitxrs..
Lo que había era una EXPERIENCIA compartida por gente afín
AUTOGESTIÓN e inyeciones ARTE-VIDA
experiencia como cortocircuito y transformación de la subjetividad,
en una situación no usual, artificial, auténtica y REAL,
negociada, elegida y extrema
CON LxS OTRxS
tampoco había público ni autopromoción-spam en redes sociales
no había curriculums
ni moto-cross
La decisión de pasar 3 dias con 6 personas más en un espacio
y sus sonidos...
...
procesos > crisis > reajuste > disolución > coágulos > identidad > distribución > escucha > agotamiento > memoria > dilatación > simplicidad > silencio > bifurcación > volumen > sinergia > ....
El dia comenzaba con una comida común sobre las 13:00
que Terri se encargaba de preparar.. Merci!!
Y a las 14:00 comenzabamos ....
oscar
7 { 8 x 8 x 8 }
Poliki
Poliki: 3 days, 7 people, 8 hours a day improvising
at "Le Larraskito" Bilbao
Entre agosto y Poliki
Veo que no soy el único que relaciona Poliki con otra experiencia que vivimos meses antes en Larraskito.
En agosto de 2011 nos reunimos, como habitualmente, para improvisar. No se trataba, en cambio, de otra de nuestras impros: esta vez había una propuesta y consistía en tocar, todos juntos e ininterrumpidamente, durante cinco horas. Es más, la cosa no acababa ahí: durante las cuatro primeras, nadie salvo nosotros y nosotras podía estar en el local. Al llegar la quinta, una persona externa abría el espacio con las llaves y permitía la entrada de público, haciendo del tiempo restante un concierto en el que los asistentes escuchaban los sesenta minutos finales de toda la sesión.
Este tipo de praxis me interesa especialmente por su carácter antisubjetivo: maneja magnitudes inabarcables para la sensibilidad convencional y el sentido común del tiempo, lo cual tiene la potencialidad de generar estados de consciencia muy específicos que subvierten la acción de los mecanismos de producción de subjetividad. Te obligan a dejar de lado eso que es tan imprescindible como difícil dejar de lado en la improvisación: el pensamiento proyectivo. ¡Así debería ser siempre! Por eso es tan importante tener una actitud receptiva que evite caer en eso comenta Oier cuando dice que, en las improvisaciones cortas, genera una especie de plan a corto plazo: si ahora hiciera esto y el otro respondiera de esta manera y entonces... En pocas palabras, hay que sustituir la expectativa por la atención. Puede parecer, así escrito, que esto convierte la improvisación en una especie de reivindicación en el plano de la idea, de la cual se desprendería una materia sonora como subproducto. En absoluto: la forma se respeta, precisamente, con el ejercicio de la atención, pues es así cómo se puede advertir la posibilidad de escabullirse de toda preformación de la música: de toda forma previa, ya interiorizada y ready-made. Esto tiene que ver, de alguna forma, con la idea de libertad sin menú de la que siempre habla Guionnet. Es, en suma, cómo se evidencia el carácter antiteleológico del arte.
De repente, sin esperármelo, Mikel me desenchufa el equipo para poner fin a un fuerte y largo acople que yo estaba lanzando... pero prefiero no entrar en detalles porque me había prometido no liarme y ser breve. Tan sólo diré que pasé por todos los estados posibles en cinco horas. Además, tener que entregar la tesina muy pocos días después aumentaba más la intensidad de todo aquello. Es que fue algo tan inasible que se nos atragantaban las palabras en las conversaciones y cruces de correos electrónicos posteriores.
Y, meses después, Poliki, concebido como tres sesiones de improvisación de ocho horas cada una durante tres días seguidos. Semanas antes comentaba con Oier lo bien que estaría que se animara a venir alguien externo a Larraskito, como por ejemplo Lali u Óscar: no sé qué ley rara se debió de activar en ese momento porque, justamente, ahí estaban Óscar y Lali antes de dar comienzo a esto que también podríamos llamar Las Veinticuatro Horas de Larraskito. Un comienzo muy humano, muy nombrable, desde una posibilidad de pensamiento que se fue emborronando y difuminando según pasaban las horas hasta convertirse, ya en los últimos momentos del tercer día, en una experiencia absolutamente impensable, mortificadora para la subjetividad, que evidenciaba en nuestras carnes el estatus tambaleante y dividido, clivado, más propio del sujeto. Claro, todo ejercicio de la sensibilidad, cuando es transformador, implica necesariamente un desarrollo técnico que no por antiproyectivo deja de ser duro: de esto sabemos tanto los y las artistas como la gente que practica zen o la que reza todos los días para poder así acceder a un inasible que sólo se puede llegar a intuir en esa praxis. Pico y pala. I don’t know what I want but I know how to get it, que decían los Sex Pistols.
Paradójicamente, es el espacio entre la impro de cinco horas y Poliki lo que me permite articular ahora algo con sentido. Es ese lugar que va desde el final de una experiencia hasta el final de la otra lo que me hace posible palabrear acerca de algo tan absurda y preciosamente extremo, no sin titubear y saber que no le voy a rendir cuentas. Es, también, lo que hace que no pueda entenderlas de manera separada y a la vez las recuerde como radicalmente diferentes. Algo pasó en mí de una a otra, una intuición muy material –ligada al acto mismo de tocar- que comenzó tras las cinco horas –sí, después, como la devoción que sigue a un milagro inesperado- y se reafirmó cuando terminó Poliki. Al percibirlas tan íntimamente unidas, al saber que una no hubiera sido posible sin la otra, no puedo verlas como dos polos de un ciclo cerrado regido por una lógica de causa-efecto sino, al contrario, ambas como una puerta hacia una nueva fase. Precisamente por eso puedo hablar de ello: es donde estoy ahora.
Héctor Rey.
Anticopyright.
HACERLO POLIKI
Empezaré yo también escribiendo alrededor del CONCIERTO DE CINCO HORAS que precedió y dio pie a Poliki. El que fuera una improvisación tan extensa a me sirvió para soltarme y permitirme probar algunas cosas, siendo más o menos acertada, tímida o radical en las intervenciones. Mi interés era en gran medida explorativo, quería ejercitar o entrenar y ver qué podía salir en una situación así. Quería ante todo llevarme material de experiencia, pero en las CINCO HORAS todavía había un apego a producir o resolver en el terreno de lo formal. Algo que en POLIKI ya no existía.
En esa duración, inevitablemente, la precisión y la escucha (de lo que sucede fuera y de los impulsos que te llevan a intervenir de una manera concreta) iba y venía. Pero contra el límite humano de la atención, creo que iba afinando desde un estado de concentración difusa. Aquel formato de las 5 horas aún permitía tener ciertas, aunque vagas, referencias conscientes en cuanto a la forma que estábamos generando. El reto era medir y decidir como participar en respuesta a lo se estaba generando en el presente, y en cierta manera recordar, para intervenir en respuesta a lo global de lo que habíamos ido produciendo.
Para mí, tanto POLIKI como las CINCO HORAS supusieron una negociación entre la tentación de desvincularme y estar ausente y la responsabilidad de hacerlo también “mío”, estar presente y entrar en el juego. Es decir, estar implicada. Implicada en aquella situación-forma como decía Héctor en algún mail.
Además de la situación, de las formas y lo informe que producimos entre todos, que ahí está o ahí queda, creo que hay un nivel, en el que la forma la produce uno mismo al actualizar la atención, o mediante la selección individual de los momentos que uno obvia o recuerda. En ese sentido, yo elegí tomar distintas formas de distancia: acompañar desde fuera o estar en un estado semi-ausente/semi-presente, intervenir en lo grupal sin producir sonido (moviendo objetos, moviéndose entre los objetos, circulando por el espacio, durmiendo, o grabando a los demás tocando). Distancia para poder entrar a tocar más oportunamente, por un lado. Y por otro, algunas limitaciones (un plato de batería, un micro y la cámara de video) para las CINCO HORAS, que en POLIKI se desbordaron.
Siempre he tenido inclinación por las reglas y las limitaciones, porque me excitan o suponen una contención, y un reto escoger una posibilidad entre todas. Pero últimamente desconfío de mi gusto por las reglas, porque empiezo a ver que éstas en si mismas no producen, por el hecho de ser aplicadas. Toca distinguir en cada caso hasta que punto construyen o constriñen.
Tanto el interés como lo cuestionable de POLIKI viene para mi al hilo de esto. Someterse a su formato supuso cierta liberación de la imposición de producir, resolver o estar atento a la forma, y darnos oportunidad de atravesar la experiencia sin atarnos a resultados inmediatos. POLIKI tuvo un formato que en cierta medida iba en contra, pero de alguna manera nos encaraba con un permanente ejercicio de libertad. Libertad de cumplir o reírse de las más intimas y propias reglas.
June
Me quedaba poco espacio para generar algo deseoso si me limitaba tan solo a centrarme en esa experiencia sonora o a practicar con el sonido, supongo que como lo que más palpitaba era esa experiencia sonora me unía a ella, pero sí me quedé con sensación de que había algo más, que poliki era más ancho. Viéndolo ahora creo que se podía hacer algo entorno a esa duración, dentro de ella, hubiese sido interesante desarrollar cosas con la duración, o al decidir afrontar esa duración llegar a sacar algo aunque hubiésemos tenido que repensar poliki allí mismo. Creo que el tiempo, la duración, eran la materia en si y la propia finalidad.
Personalmente no me entusiasmaba tanto la idea de tocar, como la cosa de la duración, tocar era algo que estaba ahí pero creo que al final la cosa fue por inercia hacia lo sonoro, no sé si el propio espacio de Larraskito nos condicionaba en ese aspecto. Al final lo experimenté más como algo con el sonido que con el propio tiempo, aunque suene a idea, creo que poliki nos daba la posibilidad de algo así como enfrentarnos a la duración con la propia duración, de meternos en algo de eso.
Estando en cualquiera de los dos espacios podías ofrecerte lo que sonaba, por supuesto hubo momentos muy bonitos, pero quizá no se trataba tanto de eso. Al acabar con poliki tampoco me dio por pensar en ello, supongo que haber hecho este ejercicio de ponerme a escribir después de haber dejado un tiempo me ha venido bien. Al estar escribiendo me doy cuenta de que en ese momento me obcecaba en lo sonoro predominante y ahora al pensarlo con la distancia creo que poliki podía ofrecernos mucho más.
Estanis